Antonio Ríos en la cita de Sevilla
Soy un bicho raro. Me gusta sufrir, quizás por eso lo sea. Sufrir entrenando, sufrir madrugando, sufrir saliendo de mi zona de confort, sufrir combatiendo el frío o el calor, sufrir con viento o con lluvia, pero sufrir corriendo. Correr una maratón significa que se han terminando los entrenamientos y toca demostrar lo fuerte que estás con un dorsal en el pecho. Eso es lo que pensaba justo unos segundos antes de tomar la salida de mi décimo octava maratón, diez años después de la primera vez que decidí correr esos 42 y pico kilómetros, entonces con más kilos en el cuerpo y muchas menos canas que ahora. Con un nudo en el estómago y conteniendo alguna lágrima, siempre me pasa en las líneas de salida, echo la vista atrás y no doy crédito. Mi evolución ha sido impresionante y sorprendente, y el primer sorprendido soy yo. Diez años en las piernas y en el corazón, miles de kilómetros entrenados, decenas de experiencias y situaciones inolvidables, todas positivas incluso las menos satisfactorias, pues en eso se basa el aprendizaje, la vida misma.
En el Paseo de las Delicias de Sevilla me acuerdo de mi amigo y mentor Manuel Villanueva. Gracias Manolo por no dudar en correr conmigo mi primera maratón en Madrid, sólo pretendías acompañarme unos kilómetros en aquella nueva experiencia para mi, pero no quisiste dejarme sólo y lo que empezaste, lo terminaste cogido de mi mano en el Parque del Retiro.
Suena el disparo y salimos embalados, mi compañero de entrenos John y yo. Francés de París, con un cuerpo menudo pero un corazón como un balón de baloncesto, ha sufrido conmigo estos 4 meses y quiere terminar de cumplir su promesa de acompañarme y asaltar esos 3:09 de Florencia. Un abrazo y un gracias amigo, pase lo que pase ha sido una gozada correr contigo me activan como un cohete. La mañana es fresca aunque a mediodía el calor se abrirá paso como cuchillo en mantequilla.
Los primeros kilómetros de la maratón son un poco tostón al ir pendiente de coger un buen sitio, de no tropezar y no perder el paso que se ha concertado con anterioridad, en este caso, 4:20 minutos por kilómetro.
En el kilómetro 10 vamos como un reloj suizo. La respiración es la adecuada, el ritmo cardiaco ideal y la mente concentrada en la línea verde dibujada sobre el asfalto que guía a los corredores. Gracias Marimi porque tú me hiciste ver el año pasado en estas mismas calles que podía correr rápido, más rápido que hasta entonces; que hay otras maneras de entrenar y sacar partido a un tipo como yo, de cuarenta y tantos sin talento para correr pero con mucha fe y ganas de sacrificarse. Gracias Francis porque sufrir conmigo en las series me ha convertido en un corredor más rápido y eficiente.
Completamos la media maratón en 1 hora y 32 minutos, un pelín más rápido de lo previsto y eso que John tenía piernas para ir más rápido, pero yo le frenaba intentando no cometer un error al principio que pagáramos al final. Miro hacia mis piernas afiladas cómo corren solas una vez que han cogido el ritmo de crucero; es como poner el piloto automático y disfrutar. No he llegado cansado ni agotado aquí. Un cambio en mi alimentación, más cuidada y saludable, muy rica en verduras, las mejores del mundo que son las que se crían en nuestra comarca, han provocado la metamorfosis. Fritos, dulces, alimentos procesados y alcohol, cero. Avena, dátiles, quinoa o chia son palabras que forman parte de mi dieta habitual. Eres lo que entrenas y lo que eres capaz de recuperar, es por ello por lo que dos meses después de Florencia, estoy en Sevilla.
Empieza la maratón de verdad. Es por esta segunda mitad por lo que me apasiona esta prueba. Es como jugar una partida de ajedrez entre la mente y el cuerpo. La primera intenta engañar al segundo para que no note el cansancio y no baje el ritmo. El cuerpo protesta, pero acaba cediendo, si se han hecho las cosas bien, sino, el tío del mazo tocará a la puerta y todo se irá al traste.
Kilómetro 30. Los geles de cafeína hacen efecto y evitan que el ritmo de carrera decaiga. El crono es esperanzador. El ritmo medio es 4:20, como lo planeamos en los entrenos así que cada kilómetro es una victoria y paso adelante. No siento dolor en las piernas ni molestias que me alarmen. El trabajo de fuerza dos días a la semana con mi entrenador Lorenzo García han sido otra de las claves. Cuando la fatiga aparece con el paso de los kilómetros, la estabilidad del cuerpo no depende de las piernas sino del CORE (abdomen, zona lumbar, glúteos). La zancada se acorta y el CORE toma ese relevo, como un generador de reserva cuando la batería principal se ha agotado. Gracias Loren.
Cuanto más cerca estamos de la meta, más bullicio en las calles. En el Parque de María Luisa o en la Plaza de España no cabe un alma. Tanta animación da alas sobre todo cuando ves a tu familia con globos chillando y saltando a nuestro paso. Mi hermana Ana, mi cuñado Raúl y Rosa la mujer de mi amigo John se desgañitan intentando insuflar ánimos y fuerzas. ¡Qué importante es que la familia te comprenda y apoye en estas aventuras! No me puedo quejar ya que he inyectado el veneno de correr maratones a mi mujer Ana. Cuando cruce la meta aquí habrá completado su tercera maratón, que se dice pronto.
Los últimos kilómetros son los que marcan esta prueba, los que dan el broche final a meses de entreno, los que ponen adjetivos a la carrera ya sean genial o desastrosa. Voy con el cuchillo entre los dientes conocedor del salto de calidad en el crono, otra vez. Huelo la meta y no dejo que la fatiga arruine este momento. No escucho ni veo, solo tengo ojos para el arco de meta. Tiempo final: 3 horas, 4 minutos 28 segundos. Cinco minutos menos que Florencia y veintiún minutos menos que Sevilla 2019.
La pregunta más repetida ha sido «¿qué te tomas para correr así?» Pues me lo tomo en serio y además: una buena dosis de sacrificio, de constancia, de humildad, de felicidad por poder correr, de evitar las obsesiones y la ansiedad. Ponerse en dorsal para una maratón es la mejor de las recompensas, correr rápido es la guinda al trabajo realizado. No hay que pensar en ser mejor o más rápido que otros, basta con ser mejor que el tú mismo de ayer. Si tienes un sueño, ponle fecha y se convertirá en un objetivo: a bajar de 3 horas.