No sé si fueron las dos cañas que nos tomamos tras la San Silvestre de Almería el año pasado, el caso es que ese 28 de diciembre, en una servilleta como lo han hecho algunos grandes futbolistas, firmé la promesa de tomar parte en un Ironman. Todo empezó como una broma pero la curiosidad fue más grande que el miedo y comencé a entrenar de la mano de mi gran amigo Ilde Román. No soy una persona que incumpla sus promesas, pero sí mido mucho las posibilidades antes de embarcarme en un desafío de esa magnitud; lo hice en mi primera maratón y lo hacía ahora. Sin darme ni cuenta, un día me encontré pulsando el enter de la inscripción para mi primer Ironman. Sería en octubre y para eso quedaba mucho, como si no fuera a llegar el día.