- Nuestro cerebro está acostumbrado a un bombardeo de datos y necesita esa dopamina. Sin embargo, aburrirse mejora las conexiones neuronales lo que promueve la creatividad y que nazcan ideas nuevas.
En el tiempo en el que vivimos con millones de estímulos que nos bombardean cada día, es casi imposible aburrirse. Queremos estar siempre ocupados. Si estamos en la sala del médico a la espera de nuestra cita, todos los pacientes ojean el móvil en busca de noticias, el último like de nuestra red social favorita o alguna compra tan compulsiva como innecesaria.
Hay miedo a no estar “conectado”, a no saber lo que pasa a nuestro alrededor y quedarnos fuera de opinar, de perdernos la serie de moda, el cotilleo reciente o si alguien ha subido una foto que hay que ver sí o sí. Ese miedo en inglés se denomina ‘FOMO’ que responde a las siglas ‘Fear Of Missing Out’ o lo que es lo mismo, ‘miedo a perderse algo’.
Todas esas toneladas de información no pueden ser procesadas por nuestro cerebro de forma adecuada. Si no estamos trabajando, cuidando a nuestros hijos o realizando las tareas domésticas, ese primer segundo que tenemos libre lo dedicamos a la pantalla, a mirar en nuestro teléfono algún WhatsApp, el último reel de Instagram o consultar la prensa por cuarta vez, comprobamos el móvil una y otra vez y nos genera una falsa sensación de que estamos ocupados y aprovechando el tiempo
No nos gusta aburrirnos. No nos gusta escuchar nuestra voz interior que nos recuerda algo que nos ha pasado, alguna tarea pendiente o un problema sin resolver. Parece que acudiendo a la pantalla, esa voz interior deja de castigarnos. Todo es una trampa para eludir la soledad que a muchos puede generarnos angustia. La mente considera el aburrimiento como una molestia y quiere huir a toda la velocidad.
A veces hay que no hacer nada, es bueno para el cerebro, de vez en cuando. Hay que volver a pensar en la pausa mental, en la contemplación, en no pensar. Esos momentos de aburrimiento son momentos de creatividad.
En esos momentos que pueden parecer aburridos, vacíos e innecesarios, las estrategias y soluciones que han estado ahí todo el tiempo en forma embrionaria cobran vida. Y el cerebro obtiene un descanso muy necesario cuando no lo hacemos trabajar demasiado. Algunos escritores famosos han afirmado que sus ideas más creativas les llegan cuando están moviendo muebles, duchándose o cuidando el jardín.
El tiempo de inactividad repone las reservas de atención y motivación del cerebro, fomenta la productividad y la creatividad, y es esencial para alcanzar nuestros niveles más altos de rendimiento y simplemente formar recuerdos estables en la vida cotidiana.
Es bueno para la salud mental
Nuestros hijos no saben aburrirse. Están más que acostumbrados a decenas de millones de estímulos que generan pequeños picos de dopamina en el cerebro. Ya sabemos que la dopamina es la hormona de la felicidad. Aquella que se libera cuando hay un orgasmo, o tomamos ese dulce que nos apasiona, hacemos ejercicio o asociada a las drogas.
Como dice la Dra. Marian Rojas Estapé, tu cerebro sabe lo que le gusta y te lo hace saber, obligándote a abrir el frigorífico y picar, a fumarte un pitillo o comer una onza de chocolate. Lo mismo nos ocurre al consultar el móvil. Se genera un pequeño pulso de dopamina que dura tan poco que tenemos que seguir y seguir.
Nuestro cerebro está acostumbrado a un bombardeo de datos y necesita esa dopamina. Sin embargo, aburrirse mejora las conexiones neuronales lo que promueve la creatividad y que nazcan ideas nuevas. Un cerebro que percibe que tiene tiempo libre, busca salir de ahí, se resiste a aburrirse. Pero si aguantamos estoicamente, entonces comienza la divagación. Surgen ideas ocultas que salen a la luz.
Cuando estamos acelerados y estresados, reduce nuestra empatía, impide ponernos en lugar de otros. Cuando tenemos esa pausa, podemos darnos cuenta de cosas que han pasado desapercibidas. El aburrimiento puntual es una pequeña parada, un frenazo, no un estado negativo y de vaguedad. El aburrimiento aceptado y buscado es bueno.
Unos minutos sin consultar el móvil es necesario. Cualquier excusa es buena para dejar volar nuestro cerebro a pesar de emails sin contestar o mensajes sin leer. Hay que parar. Puede ser sentado mirando las nubes o el mar, en un entorno que provea paz, sin pensar en todo lo que te queda por hacer. Son pequeñas pausas de descanso. Pueden ser cinco minutos al día en los que no haces nada.
Es una manera de recuperar tu cerebro sin hacer nada. Es recargar nuestra batería mental para reponer la atención sin sentimiento de culpa o de pérdida de tiempo. Dados estos beneficios, deberíamos aceptar el aburrimiento en lugar de buscar una salida inmediata. También debemos permitir que nuestra mente divague, porque el aburrimiento puede ser una oportunidad para reflexionar sobre lo que queremos en la vida.
Reconozco que soy una persona que intentar aprovechar cada segundo del día haciendo cosas y también que tenía el concepto de no hacer nada es igual a perder el tiempo. Sin embargo, desde que leo a la Dra. Rojas Estapé, he cambiado. Me permito pequeños descansos sin hacer nada, paseos sin el móvil y momentos en los que trato de prestar atención a mi voz interior.
Aún no llevo 21 días haciéndolo. Dicen que una actividad que se realiza todos y cada una de esas tres semanas, se convierte en un hábito. Espero que perdure porque el cerebro en muchas ocasiones necesita enfriarse para poder dar el 100% el resto del tiempo.