Estas tres palabras se las escuché a Antonio Orta, pionero y referencia en el atletismo almeriense, en la presentación de la XVIII Media Maratón de Almería. Hacía referencia al sacrificio que supone el deporte de resistencia, el de ultrarresistencia. Allí se citaban corredores que habían hecho ultratrails en el desierto o en la Antártida. La reflexión era la misma, ¿Qué lleva a una persona a desafiar el límite hasta ese punto? Sobre todo hablando de aquellos deportistas populares que “roban” horas al descanso, a la familia o a los amigos para salir a entrenar, teniendo familia y trabajo, y dedicándose como hobby al deporte.
No sabemos qué es lo que empuja al ser humano a exponerse de tal manera buscando el superarse y romper límites, barreras, números, tiempos, que se antojan imposibles de batir. ¿Reconocimiento personal? ¿Adicción a la adrenalina? ¿Inconformismo? ¿O quizás colgar en Facebook una foto conmemorativa de la hazaña?
Hay algo dentro de la mente humana que es lo que activa el cuerpo, nos hace levantarnos y buscar más; más emociones, más kilómetros, más dificultad, más nivel….siempre se busca “más”. Cuando se empieza a hacer ejercicio, cada vez caminamos más rápido y más lejos. Si el ejercicio es nadar, más de lo mismo. Siempre con ese adverbio como protagonista: MÁS. Desde el atleta más popular al más profesional, todos buscamos MÁS, eso es sinónimo de mejor. Sin embargo, creo que la mayoría de las personas somos muy conscientes de lo que somos y hasta donde podemos llegar. Conocemos nuestras limitaciones y donde está esa línea roja que supone la frontera de nuestra capacidad, tanto física como mental. Con cada salida en bici, travesía de natación o entrenamiento matutino, vamos alejando cada vez más esa línea roja hasta el punto de exigir y poner a prueba nuestra fisiología, a veces, hasta el extremo. Una vez le preguntaron a R. Messner, el mejor escalador de todos los tiempos, primer hombre en coronar los 14 ochomiles, qué le impulsaba a alcanzar la cumbre a toda costa a pesar de que en ella podía estar esperándole la muerte, de hecho, su hermano menor murió tras ascender juntos el Nanga Parbat, su primer ocho mil. Su respuesta fue: “cada vez que veo una pared en la montaña, supone un desafío que me impulsa a escalarla. Confío ciegamente en mis posibilidades y mi capacidad”. Y empezó subiendo montañas muy pequeñas del sur del Tirol de donde es oriundo, progresando y mejorando su capacidad y habilidad, aderezado por un don innato para la escalada, lo han hecho el más grande de la historia en su disciplina.
Cada vez son más personas las que se inscriben a carreras populares según su capacidad y nivel, ya sea la San Silvestre con sus 6 km, o algún 10 mil. Los más atrevidos se lanzan a por la media maratón o a imitar a Filípides y Tersipo, buscando completar los 42.195 m tan místicos y que convertirán al que los superar en maratoniano. Sin embargo me llama la atención que cada vez se buscan pruebas más duras, de mayor desnivel, distancia y sufrimiento, el ultrafondo. Correr por montañas, valles, cordilleras durante uno o varios días enteros, el más difícil todavía, 70 km, 101 km….Lo mismo se puede decir con otras de mis pasiones, el triatlón.
Ya no nos conformamos con completar una distancia sprint u olímpica; ya vamos a la distancia suprema, la distancia ironman. Convertirse en un atleta de hierro es el objetivo y el espejo en el que nos miramos la mayoría de los que coincidimos en la piscina con el gorro de algún triatlón completado o de los que nos saludamos en alguna recta, plenamente acoplados con la máquina. ¿Cómo será correr una maratón, compartir la salida con miles de personas que tienen la misma aspiración? ¿Qué se siente al estar a punto de entrar en el agua con cientos de personas para nadar casi 4 km, montar en bici 180 km y luego una maratón? ¿Qué se le pasa a uno por la cabeza?. Todos anhelamos convertirnos en finisher. Es un término algo cursi, un anglicismo más que se ha importado de puntillas por nuestra cultura y que ya se tiene plenamente asimilado. En nuestro idioma no encontramos una palabra que tenga un significado tan exacto y que diga tanto.