–El Síndrome de deficiencia energética relativa en deporte afecta a las personas que cambian sus rutinas en diversos aspectos.
-Se compone de tres trastornos: de la alimentación, hormonales y de la calidad ósea.
Todos los que hacemos deporte a nivel popular queremos parecernos a nuestros ídolos y entrenamos para ello. Corremos en verano, nadamos en invierno, se nos congelan los dedos en la bicicleta, pero todo con gusto y fuerza de voluntad. Sin embargo, a veces no es suficiente y colocamos el listón más alto, más lejos.
Algunos entrenan más y descubrimos que con menos peso, se corre más rápido y se suben las cuestas con más energía. Hasta ahí el argumento puede ser válido, pero cuando algunos atletas se saltan comidas, reducen la ingesta y las calorías gastadas ese día superan a las consumidas de forma sistemática, nos pasará factura en forma de Síndrome de deficiencia energética relativa en deporte.
Se compone de tres trastornos: de la alimentación, hormonales y de la calidad ósea. Una preparación física muy exigente, los horarios de entrenamiento y una mala alimentación, son las claves para sufrir dicho trastorno.
Según las publicaciones especializadas, el 62% de las profesionales de las gimnastas, sufren algún tipo de trastorno alimentario. A continuación, el 33% de las esquiadoras, 30% de las corredoras de fondo y el 20% de las ciclistas y nadadoras completan las disciplinas que más predisponen a sufrir problemas de esta clase. Entre las características que definen esta triada, destacamos
- Pérdida brusca o progresiva de peso.
- Estrés psicológico por la competición y los resultados.
- Excreción excesiva de cortisol y prolactina.
- Alteración de la calidad ósea.
Sin embargo, este síndrome de deficiencia energética también se diagnostica en varones.
El primer signo de alerta es que nuestro rendimiento decae. Hacemos las mismas rutinas, los mismos ejercicios y, sin embargo, cada día corremos más lento, acabamos más cansados y dormimos peor.
Lo que se nos puede ocurrir es incrementar la intensidad y frecuencia del entreno por pensar que ese es el problema, sobre todo cuando tenemos un reto en el horizonte próximo como una maratón, una final de un campeonato profesional. Esto no hace sino empeorar las cosas.
A continuación, nuestro rendimiento deficiente comienza a pasarnos factura en el plano anímico. El deportista se encuentra irritable, cansado, enfadado e incluso, a veces, con comportamientos agresivos. En el trabajo también se puede apreciar una bajada en el rendimiento intelectual con pérdidas de concentración, despistes y fatiga mental.
Se descansa mal y se duerme peor. Al levantarnos por la mañana, la sensación es la de no haber descansado nada en absoluto. El sistema inmunitario también se resiente y aparecen los resfriados y catarros encadenados, uno tras otro. Pero los tres aspectos más importantes de este Síndrome de deficiencia energética asociada al deporte son:
1. Desórdenes alimenticios
Se considera como el factor desencadenante del déficit. El deseo de mantener un peso ideal puede ser el inicio de los problemas. Hay errores en la alimentación pensando en disminuir el porcentaje de grasa corporal sin pensar en lo necesaria que es esta para el mantenimiento de los niveles hormonales normales que son importantes para el ciclo menstrual.
Las deportistas que padecen estos problemas, en ocasiones asocian trastornos de tipo bulímico o anoréxico, sin que sea detectado por los entrenadores o padres de las atletas. Ayunos prolongados, consumo de laxantes o diuréticos provocan el descenso de peso y masa corporal de forma significativa
Otra faceta es que se limite el consumo de alimentos energéticos como los que sean ricos en grasas o proteínas. Se produce una descompensación entre el entrenamiento intenso o la competición a diario sin que se ingiera de forma simultánea la alimentación adecuada para recuperar el desgaste sufrido.
Se puede prevenir esta conducta. Es importante valorar qué alimentos son los que la deportista rechaza o no le gustan, observar conductas alimenticias anormales, detectar comportamientos anómalos y una percepción alterada de la imagen corporal. Este desajuste puede provocar desmayos, fatiga precoz, alteración del patrón del sueño y debilidad muscular entre otras manifestaciones.
Una vez detectado el problema, se debe instaurar una dieta específica que vaya, poco a poco, corrigiendo los déficits proteicos, grasos y vitamínicos de manera que se incremente el peso corporal entre un 2-3%.
2. Pérdida de la masa ósea
Debido al patrón nutricional anómalo, en el que se suprime la ingesta de alimentos básicos, se limita la ingesta de calcio y vitamina D que son los principales reguladores y motores de formación de la masa ósea. A esto se suma el descenso de estrógenos en la mujer como consecuencia de la pérdida de la grasa corporal que constituye el almacén principal de los mismos. Sin el nivel de estrógenos adecuados en sangre, se produce un fenómeno similar al de la menopausia con la pérdida de la menstruación.
Debido a que el hueso carece del aporte necesario de calcio, se pueden producir fracturas de estrés que son las que ocurren tras realizar movimientos repetidos tras un entrenamiento prolongado o un partido de competición. También es frecuente que se produzcan fracturas espontáneas tras un traumatismo leve normalmente en los huesos de los pies.
Una vez detectado el problema, es importante realizar el aporte oportuno de calcio y vitamina D, ya sea mediante suplementos farmacológicos o bien, mediante alimentos ricos en ambas como son los lácteos, las carnes rojas, frutos secos o pescados ricos en calcio como el salmón.
Se deben evitar conductas perjudiciales como la ingesta de alcohol o cafeína, así como el consumo de corticoides o anabolizantes. Una vez recuperado el peso y la grasa corporal, se recuperará el nivel de estrógenos y por consiguiente, se corrige el déficit de calcio y vitamina D.
3. Alteraciones de la menstruación
De manera global puede decirse que la amenorrea se presenta en 5% del total de mujeres, sin importar su profesión o actividad cotidiana, pero puede llegar al 20% de las deportistas, siendo las corredoras quienes mayor número de casos registran; la prevalencia de la ausencia de la menstruación (amenorrea) se dispara en aquellas deportistas que corren por encima de los 120 km a la semana.
Otras disciplinas en las que es común la amenorrea son natación, ciclismo, patinaje artístico y gimnasia; esta última, además, exige cuidar el peso de manera rigurosa, como sucede en las bailarinas profesionales
Por una parte, la falta de menstruación se relaciona con el estrés psicológico propiciado por entrenamiento intenso y prolongado. Si bien lo anterior es muy frecuente en las atletas de elite o de larga carrera profesional, también se ha detectado en deportistas de nivel amateur y en otras que lo son de manera ocasional.
Las deportistas de alto rendimiento cuentan con un grupo de especialistas al tanto de su estado en general, mismo que está integrado por sus preparadores físicos, ginecólogos, endocrinos, nutricionistas y psicólogos, de manera que las alteraciones que se presenten durante su carrera profesional son tratadas a fin de que no haya consecuencias que afecten sus resultados. Sin embargo, quienes realizan ejercicio por su cuenta y presentan amenorrea deben acudir al médico al primer indicio del problema, ya que dejar pasar el tiempo puede complicar su solución.