A partir de los 45 años, los niveles de testosterona en los hombres comienzan a descender, provocando síntomas en un 10% de los casos, cifra que aumenta hasta el 40% en torno a los 70 años.
A nadie le gusta envejecer. En nuestra sociedad, está más que asumido y aceptado que las mujeres sufren la menopausia a partir de una cierta edad. A pesar de ser una palabra con mala fama, no es una enfermedad, sino una etapa más de la vida y que va después de la edad fértil. Es un período que comienza entre los 45-50 años de la vida de la mujer cuando ha pasado un año desde la última menstruación.
El cese de la regla no es de un día para otro por eso la fase en la que hay desarreglos, pero hay meses donde aún hay menstruación se llama ‘premenopausia’; cuando ha pasado alrededor de un año sin ningún tipo de manchado estamos hablando de menopausia. Se debe a la ausencia de producción de estrógenos y progesteronapor parte de los ovarios debido a la edad, si es una menopausia natural o a otras causas como un tratamiento oncológico o debido a alguna otra medicación o si han precisado ser extirpados dichos ovarios
Esa alteración hormonal va a provocar una serie de cambios en el organismo de la mujer, algunos sin mucha importancia, pero otros realmente serios. Entre los síntomas menos importantes, pero no por ello menos desagradables están los sofocos, la sudoración, palpitaciones o las cefaleas. En el apartado emocional, la depresión, irritabilidad o la ansiedad están a la orden del día. Otras alteraciones se producen en el aparato genital con atrofia vaginal y sequedad que pueden provocar relaciones sexuales dolorosas.
Pero el cambio más importante se produce a nivel cardiovascular y en el esqueleto, en la fase denominada ‘posmenopausia’, años después de que la menopausia se haya instaurado. La incidencia de enfermedades como infarto y angina de pecho, que en la mujer es menor que en el hombre, se iguala después de la menopausia.
Ello es debido a que la falta de estrógeno, junto con el proceso de envejecimiento, produce un aumento de colesterol(fundamentalmente un incremento en el colesterol LDL y un descenso en el colesterol HDL). Tampoco debemos olvidar que, con los años, hay una tendencia a la diabetes, a la obesidad y a la hipertensión arterial, todos ellos factores nefastos para el corazón.
Andropausia
El hecho de que se produzca este “bajón” en los hombres tiene que ver con el descenso en la producción de testosterona. Sin embargo, a ellos les cuesta más trabajo que a las mujeres hacer públicas nuestras sensaciones tanto a nivel físico como emocional. No sé si se puede interpretar como un signo de debilidad, el caso es que la andropausia es algo que se sufre en silencio.
A partir de los 45 años, se registra un descenso en los niveles de testosterona en los varones que hace que en un 10% de los casos se empiece a manifestar clínicamente, llegando hasta el 40% cuando la edad ronda los 70 años. Cansancio, sobrepeso que no se puede controlar ni reducir fácilmente, pérdida de libido y un descenso en el rendimiento deportivo son algunas de las manifestaciones, al igual que la disfunción eréctil. Alrededor de dos millones de españoles la padecen, pero sólo uno de cada cinco acude al médico.
En el caso del hombre, conforme cumplimos años nuestros niveles de testosterona van bajando, llegando a perder el 1% cada año. Las hormonas masculinas son clave para la fuerza y la resistencia muscular por lo que este descenso en la testosterona va asociado a una mayor debilidad.
Otro problema que aparece con la edad lo encontramos en las llamadas ‘células satélites’, las cuales están dormidas en los músculos y que se activan tras roturas, o daños en las fibras normales. Se activan y reparan las lesiones transformándose en el tipo de fibra muscular lesionada. Son similares a las células madre, pero a nivel muscular.
Pues bien, con la edad se produce una menor respuesta y activación de las células satélites por lo que no se reponen las fibras musculares que se dañan o mueren, no todas, por lo que se destruyen más de las que se reponen y aparece el déficit.
¿Cómo se combate la andropausia?
La respuesta es bien clara: con ejercicio y trabajo de fuerza. La literatura coincide de forma plena y unánime. Hay que realizar trabajos de fuerza controlados y supervisados por especialistas, al menos dos veces a la semana. Ese par de veces cada siete días está demostrado que revierte todo lo que se ha expuesto anteriormente. Otro dato para tener en cuenta es la edad; lógicamente cuanto más joven es el paciente más pronto y en mayor cantidad se recupera de la atrofia, pero los mayores también lo hacen.
No hay límite de edad para ejercitarse, puesto que la ganancia y los beneficios están asegurados. Los estudios avalan que pacientes de más de 80 años se desenvuelven con mayor facilidad en su día a día, en gestos tan cotidianos como subir escaleras o levantarse del inodoro. Es importante personalizar el trabajo de fuerza conforme a la persona que hay delante, de eso no hay duda.
Si ejercitamos los músculos, estos tienen memoria y se acuerdan de hacer su trabajo, no importa la edad, se pondrán a funcionar. Unos músculos ejercitados suponen menos dolor, menos posibilidad de diabetes, de fracturarse la cadera o de acabar en una silla o una cama. Se debe consultar al urólogo para valorar el uso de terapia de reemplazo de testosterona.
Consiste en aplicar cremas o inyecciones que ayudan a suplir el déficit de testosterona y así reducir los síntomas asociados a la andropausia. Una analítica es imprescindible para valorar la necesidad o no de terapia de reemplazo de testosterona.