- Cada verano las playas, los parques y las zonas de recreo y ocio se llenan de jóvenes alcohol en cantidad y sin control, lo que puede llevar a situaciones potencialmente graves.
¿Quién no ha bebido nunca? Es una pregunta de difícil respuesta ya que casi nadie será capaz de alzar la mano. Beber alcohol está aceptado socialmente, se permite e incluso no se ve mal. El tabaco ha sufrido una mayor persecución y ya no se es tan permisivo en los bares, restaurantes o zonas laborales.
Sin embargo, cada vez es más frecuente ver a menores bebiendo en parques o plazas, lo que se llama comúnmente ‘botellón’. Incluso ha habido muertes de adolescentes debidas a un coma etílico. Cuando una situación como la intoxicación por alcohol en un grupo de chavales, se tiende a ocultar. Entre ellos intentan espabilar a la persona afectada mediante duchas frías, beber café y otros disparates a cual más absurdo. El último objetivo, que los padres se enteren.
Cada verano las playas, los parques y las zonas de recreo y ocio se llenan de jóvenes con alcohol en cantidad y sin control, lo que puede llevar a situaciones potencialmente graves y peligrosas. Además, debido a la presión de grupo, si todos beben ‘obligan’ o presionan al que no para que lo haga. Si no accedes, eres el menos guay del grupo y el más muermo. «Bébete una; si total, da igual» -es lo que se suele decir entre ellos. Alcohol para muchos adolescentes es sinónimo de diversión y pasarlo bien. Esa desinhibición que provoca es lo que muchos jóvenes lo usen para poder conocer gente, reírse o simplemente beber.
En 2019 el 2% de los adolescentes entre doce y trece años habían probado el alcohol. Si hace unos años eran los chicos los más propensos a consumir alcohol, en 2022 son las chicas las que consumen alcohol en mayor porcentaje y cantidad que los chicos. Se comprueba que la tendencia se ha invertido en los últimos años.
Diferentes metabolismos
No todos tenemos la misma capacidad de metabolizar el alcohol que bebemos. Hay varios factores que influyen de forma directa en que alguien se emborrache bebiendo lo mismo, mientras que otras sólo se queden achispadas:
– Sexo y peso corporal: las mujeres pueden tener tasas más altas de alcohol en sangre que los hombres, a pesar de haber bebido la misma cantidad o tipo de bebida. Un hombre que pese sobre 80 kg necesita al menos tres tercios de cerveza para dar positivo para conducir y en que sus funciones neurológicas se resientan en alguna medida; en cambio, una mujer puede darlo con dos e incluso con una sólo. La distribución y concentración del alcohol es diferente en una persona gruesa que en una persona de menos peso. Con lo cual una persona delgada puede obtener una mayor tasa de alcoholemia con la misma cantidad de alcohol ingerido que una persona gruesa.
– Velocidad a la que se bebe: la absorción del alcohol depende directamente de la velocidad a la que bebas. Cuanto más rápido tomes la bebida, mayor será la velocidad de absorción y la cantidad total de alcohol que pase a la sangre. Si además se bebe con el estómago vacío, la absorción del alcohol es más rápida que si hemos comido copiosamente debido a que el estómago va degradando el alimento, absorbiendo grasas, lo que retarda la entrada del alcohol en la sangre. Si se alterna el consumo de dos bebidas alcohólicas con alguna sin alcohol, ayuda a que los efectos del alcohol no sean tan acentuados. La cerveza se absorbe más lentamente que las bebidas destiladas como el whisky.
Si la bebida está caliente o se mezcla con refrescos como son las bebidas carbónicas, con mayor rapidez llega el alcohol a la sangre y el cerebro. Sin embargo, el alcohol ingerido siempre terminará por pasar a la sangre por mucho que se haya comido o por lento que se haya bebido.
– Hora del día: no es lo mismo beber por la mañana que hacerlo por la noche. Si se ha bebido de forma importante por la noche y debido a que durante las horas de sueño la eliminación del alcohol en sangre es más lenta, es posible notar los efectos del alcohol incluso después de haber dormido varias horas.
Efectos de beber alcohol
De la euforia y el buen rollo al llanto y las peleas, hay un paso; quizás una copa o un chupito, y a ciertas edades no se sabe decir que no y tampoco se sabe parar a tiempo. El consumo de alcohol en jóvenes puede provocar:
– Incremento de agresiones sexuales: se pierde la capacidad de reacción, de decir que no e incluso de consciencia. La persona puede estar completamente indefensa y a merced de los que la rodean. En ocasiones, estos amigos por miedo a la reacción de los padres, dejan a la persona intoxicada a su suerte, lo cual puede convertirse en una situación dramática.
– Agresiones y peleas: el estado de agresividad es el que sigue al de euforia. Una mirada mal interpretada o un pequeño empujón pueden ser la chispa que provoque una pelea. El alcohol afecta a la toma de decisiones pudiendo llevar a consecuencias no deseadas.
– Cuanto más joven se empieza a beber, más riesgo hay de sufrir trastornos por consumo de alcohol a lo largo de la vida. Los que beben a los 15 años tienen cinco veces más riesgo de tener problemas derivados del alcohol siendo adulto que los que comenzaron a ingerir alcohol una vez pasados los 20 años.
– El consumo temprano de alcohol puede interferir en el desarrollo cerebral y desarrollar conductas anómalas para esa edad como depresión, comportamientos antisociales, trastornos del sueño y del aprendizaje y fracaso escolar.
La detección, clave
Ni que decir tiene que estaría más que claro si sufre algún episodio de intoxicación, huele a alcohol al llegar a casa o tiene bebidas alcohólicas entre sus pertenencias. Otros signos más sutiles son un cambio de amigos, rebeldía más allá de la propia adolescencia, nivel de energía bajo, alteración y cambios bruscos de carácter. La intervención de los padres y de los educadores es fundamental para hacerles ver que beber siendo muy joven trae consecuencias graves para ellos y para sus familias.