• Es un proceso crónico que aparece y desaparece en función de la época del año. El polen provoca un disconfort considerable cuando entra en contacto con la mucosa respiratoria.

Muchas personas tienen miedo a que llegue la primavera. Que si el cambio de hora, que si la astenia primaveral pero sobre todo, alergia. El polen, esas pequeñas partículas que no vemos pero provocan un disconfort considerable para los que reaccionan cuando entran en contacto con la mucosa de las vías respiratorias.

Alergia es un proceso crónico que aparece y desaparece en función de la época del año. Los pacientes son capaces de reconocerlo de forma inmediata ya que están familiarizados con la clínica. Suele afectar al tracto respiratorio alto y los síntomas que no suelen aparecer en las crisis de alergia son:

  • No suele haber cansancio ni fatiga muscular.
  • -No aparece fiebre.
  • -Es raro que haya tos salvo que haya un “atasco nasal” importante.
  • -No hay pérdida de olfato o gusto.
  • -Sí que pueden aparecer pitos o sibilancias en los pulmones sobre todo en pacientes que son asmáticos. Se produce al cerrarse el bronquio debido a la reacción inflamatoria, y es debido a una crisis asmática importante.

Un dato clave es que los síntomas mejoran de forma radical cuando se empiezan a tomar los antihistamínicos y la medicación específica contra el asma como son los inhaladores.

Estas dos primaveras pasadas y debido a la pandemia, los síntomas de la alergia se confundían con los del COVID e incluso con los de un resfriado. La paranoia que presidía la sociedad hacía que incluso los médicos se confundieran y pasaran por alto la enfermedad o la alergia.

¿Por qué vienen antes?

Ya en otros países, los médicos están alertando de la presencia de niveles de polen excepcionalmente altos en el ambiente. Desde febrero se han detectado poniendo en guardia a los especialistas que advierten que este año, la alergia empieza antes y además puede durar más tiempo.

Al parecer y debido al cambio climático con temperaturas más suaves y escasez de lluvias, los niveles de polen se disparan en la atmósfera, además de permanecer más tiempo en suspensión.

Otro detalle a tener en cuenta es la sequedad del ambiente. No llueve y la polución en las ciudades y la calidad del aire es mala. Eso provoca que las personas con alergia sufran esas congestiones nasales, tos y picos de ojos con mayor intensidad que antes.

DEBIDO AL CAMBIO CLIMÁTICO, LOS NIVELES DE POLEN SE DISPARAN EN LA ATMÓSFERA

Hay predisposición individual a sufrir una crisis. No todo el mundo reacciona de la misma manera. Lo hemos visto con el COVID. Hay personas que han sufrido la enfermedad prácticamente asintomática, y otras en las que ha sido su propio sistema inmune el que le ha hecho enfermar e incluso fallecer, debido a una reacción desproporcionada de éste, favoreciendo esa famosa “tormenta inmune” que tantas secuelas y muertes ha provocado.

Otro dato clave son las mascarillas. Su efecto barrera filtrando partículas, no sólo las virales, ha evitado muchas infecciones pero también ha ayudado que las partículas de polen que entran en las vías respiratorias sean menores. Al no usarse en exteriores, los alérgicos carecen de ese nivel de protección que les había sido tan útil. Pero en cambio, otras personas han llevado mal el hecho de portar mascarillas. La sequedad en las vías respiratorias, el estar respirando su propio aire de forma continua, les ha pasado factura.

¿Por qué el polen?

El polen es usado por las plantas para reproducirse. Algunas usan a los insectos como vector para llevar el polen de unas plantas a otras. Sin embargo, otras especias liberan las partículas de polen al espacio, millones de ellas, para que a través del aire, logren alcanzar otras plantas de su especie y así lograr mantener la especie.

En función del número de partículas, de la calidad de aire, del viento, la humedad, las partículas de polen se concentran en suspensión en el ambiente, y durante muchos días.

En cuanto nuestra mucosa respiratoria entra en contacto con ellas, el sistema inmune de algunas personas reacciona al considerar esas partículas como una amenaza, un intruso. Se desencadena entonces esa reacción inflamatoria que clínicamente se manifiesta como lagrimeo, rinitis, moqueo, picor de garganta. En los peores casos y cuando el pulmón es el afectado, pitos y dificultad respiratoria.

¿Qué se puede hacer?

Con la medicación adecuada, ya sean antihistamínicos orales, corticoides nasales o la inmunoterapia, no debemos pasar demasiados apuros. Se debe acudir a su especialista en alergología que será la persona encargada de prescribir la medicación adecuada; de esta manera no tendremos los efectos secundarios desagradables de una crisis de alergia. Mediante los estudios adecuados es posible personalizar un tratamiento para cada persona, como si dijéramos una “vacuna” para cada paciente, en función del tipo de polen que provoca la alergia. El objetivo es ir acostumbrando al organismo a ese polen causante de la alergia y que la reacción del sistema inmune no sea tan desmesurada.

Para practicar regularmente cualquier actividad al aire libre que suponga un esfuerzo, es necesario que el paciente alérgico siga correctamente el tratamiento que le haya prescrito su médico, en este caso, el alergólogo. Si la alergia y la rinitis se encuentran bajo control, la posibilidad que se desencadene una crisis de asma durante el ejercicio, es remota.

Antes de iniciar cualquier ejercicio debe asegurarse de no tener ningún síntoma, y de no padecer ningún proceso infeccioso que pudiera empeorar la alergia y provocar una crisis de asma (infección respiratoria). Así mismo, se evitará realizar ejercicio físico en presencia de otros estímulos que puedan provocar asma (alergenos, humo y contaminación).

Debemos llevar consigo medicación que utilizará ante la eventual aparición de síntomas asmáticos. Es importante realizar un calentamiento adecuado con estiramientos y ejercicios respiratorios. La carrera debe ser progresiva en intensidad. Una vez concluida la actividad deportiva, no debemos interrumpirla bruscamente, hay que hacerlo gradualmente entre 5 y 10 minutos.

En el caso de los niños, los profesores deben estar al corriente de la situación. Deben evitar ejercicios físicos extenuantes que puedan desencadenar una crisis. En ese caso, se sustituye esa actividad por otra de menor intensidad. El niño debe llevar consigo la medicación, por si tuviera alguna urgencia.