Cómo está ocurriendo en todos los ámbitos de la sociedad, la mujer está cada vez más presente en las actividades deportivas tanto a nivel amateur como profesional, con todas las exigencias físicas y mentales que ello supone.
Sin embargo, la genética puede jugar en contra del sexo femenino, haciendo que haya lesiones y trastornos que son más frecuentes en la población femenina que en la masculina. Es ampliamente conocida la mayor predisposición de sufrir lesiones ligamentosas de rodilla en la mujer, debido a su menor masa muscular y mayor laxitud articular. Eso supone que, aun- que haya un menor número absoluto de mujeres que estén federadas en fútbol, por poner un ejemplo, se lesionan más que los hombres. La respuesta, una masa muscular menos potente, unos ligamentos competentes pero laxos que ayudan en la flexibilidad pero no tanto en la estabilidad, son dos elementos predisponentes a padecer una lesión compleja de rodilla en situaciones que, para un hombre, no serían tan dañinas. El ejemplo lo tenemos en la cantidad de lesiones de ligamento cruzado que se han registrado últimamen- te entre jugadoras destacadas de fútbol femenino. La rodilla es similar a una articulación en bisagra, localizada donde el fémur (hueso del muslo) se une con la parte superior de la espinilla (tibia). Cuatro ligamentos principales conectan la tibia y el fémur. Los dos ligamentos se “cruzan” dentro de la rodilla formando una “X”; es por esto que se los denomina ligamentos “cruzados”. La estabilidad de la rodilla depende de ellos y de los ligamentos laterales, pero también es importante el aparato muscular que la envuelve, el cuadriceps. Si éste no es potente, sobre todo el vasto interno, por muy competentes que sean los ligamentos, la rodilla es potencialmente susceptible a tener una lesión grave sin un traumatismo de alta energía.
¿Cómo se rompe?
Las rupturas del LCA pueden de- berse a lesiones por algún o ningún contacto. Un golpe en un lado de la rodilla, como puede ocurrir en una entrada en el fútbol, puede ocasionar la ruptura. Hacer una parada rápida, en combinación con un cambio de dirección al estar corriendo y con el pie fijo en el suelo y girando la rodilla, aterrizando de un salto o extendiendo demasiado la articulación de la rodilla puede causar lesión al LCA. Las lesiones del cruzado anterior frecuentemente ocurren con otras lesiones. El ejemplo clásico es cuando éste se desgarra al mismo tiempo que el ligamento lateral interno y que el menisco interno (uno de los cartílagos amortiguadores de la rodilla). Este tipo de lesión es más frecuente en los futbolistas y en los esquiadores. Se denomina “triada”. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir una ruptura del cruzado anterior que los hombres, pero la causa de esta situación aún no se entiende completamente, aunque puede deberse a diferencias en la anatomía y funcionamiento muscular. Los adultos generalmente se rompen su LCA en la parte media del ligamento o el ligamento se “arranca” literalmente del fémur. Estas lesiones no sanan por sí solas.
Los niños son más susceptibles a que se separe su LCA con un fragmento de hueso todavía adherido. Estas lesiones pueden sanar por sí solas o pueden requerir una ope- ración para reinsertar el hueso en el sitio donde se desprendió.
Clínica
Es frecuente que el paciente note un “crujido” en el momento en que se produce la lesión. Por supuesto, el deportista no puede seguir jugando ya que nota un dolor muy intenso cuando apoya el pie en el suelo e intenta caminar. Es frecuente que además, dentro de las 6 primeras horas, se produzca un derrame muy importante producto del sangrado que se ha producido dentro de la rodilla y que, en la mayoría de los casos, deberá ser evacuado si su cuantía es importante. Pasados unos días, la persona puede notar la sensación de que la rodilla “se le va” y que tiene mucha dificultad para doblar o estirar la rodilla del todo.
¿Cómo se diagnostica?
La prueba más sensible y específica es la resonancia magnética. Mediante esta prueba, no sólo se verifica la rotura del ligamento cruzado anterior, sino que además, se pueden valorar las posibles lesiones asociadas como las meniscales, las del cartílago o las de otros ligamentos.